La culpa es un mecanismo de control moral que redirecciona lo que está bien de lo que está “mal”.
Es un adaptador de patrones de conducta socialmente establecidos, para categorizar acciones.
En su lado disfuncional conlleva una seria de emociones poco agradables que producen pensamientos reiterativos y improductivos, automáticos e irracionales. La culpa se puede sentir por aspectos del pasado, del presente y del futuro.

A menudo, en las sesiones psicológicas, aparecen expresiones como; «…me siento culpable…» «..ha sido culpa mía…» «…me echa la culpa de…» «…si le pasa algo será mi culpa…»

En definitiva, la culpa está muy presente en nuestras historias de vida. Recaiga sobre el lado que sea, es una losa moral.

Cuando aparece, suelo pedir una reflexión para transformar la culpa:

¿Y si cambiamos la culpa por la responsabilidad?

Es decir, ante un problema, dificultad, donde sienta que soy culpable, o que la otra persona lo es:

¿De qué me puedo hacer cargo en esto? y del mismo modo, ¿De qué no me puedo hacer cargo?

¿En qué me puedo responsabilizar en vez de culpar/me?

A partir de estas reflexiones se descubren nuevos horizontes y sensaciones.

Abrir paso a la responsabilidad, nos hace ser concretos en aquello a resolver, ganar autonomía, empoderarnos y fortalecer nuestros valores. Nos posiciona enfocados a la búsqueda de soluciones, facilita la acción y genera aprendizaje.

EJERCICIO: La próxima vez que te sientas culpable por algo –> Busca tu parte de responsabilidad –> Libérate de la culpa –> Reflexiona sobre ello 🙂

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